Desde su origen, los pueblos indígenas, como los Wachiperi, Toyeri, Sapiteri y Arakbut del Cusco y Madre de Dios, son todos hijos de la noche e hijos del día. Cuando después de la oscuridad se hizo la luz y el Ojo Universal (El Sol) iluminó la tierra, apareció la humanidad y con ella aparecieron los animales antiguos como el jaguar, la serpiente, el oso, el mono. Las aves aparecieron después y son fruto del árbol de Wanamey, y son la procreación de Wanamey. Durante muchos, muchos años vivieron inocentes, no conocían el pecado ni el mal, ni había diferencias de ideas políticas, ni guerras, todos vivían en armonía y en paz. Los animales y los hombres vivían juntos sin miedo los unos de los otros, todo era armonía, convivían juntos, pero cuando el hombre comienza a desarrollarse culturalmente empieza el desequilibrio, las guerras y el desorden, los abusos y los asesinatos, los hombres y los animales dejan de convivir y comienzan a matarse entre sí, y así comienza un periodo muy largo de desequilibrio y desajuste. Y entonces un día el Ojo Universal, el Padre del Día le avisó a un sacerdote que va a venir un tiempo de sequía, un gran incendio va a arrasar la tierra pues como la gente vive en pecado tiene que haber un fuego purificador que devuelva el equilibrio y la armonía. Pero también le informa de que será posible salvarse de ese incendio.
“Tienes que encargarte de coger a una pareja pura, en el seno de la cual nazcan dos niñas, una de las cuales será la elegida como sostén del árbol de Wanamey, para que la humanidad y los animales puedan salvarse. Un loro grande llamado Wuygnaro será el encargado de traer la fruta de Wanamey que depositará en la vagina de la chica virgen de la fruta crecerá un árbol que servirá de refugio para los animales y todas las razas del mundo, mientras dure la sequía y el incendio”.
Durante el tiempo de la profecía el desequilibrio no siguió sino aumentando, las guerras eran cada vez más frecuentes y duras, el hambre y el desequilibrio no siguió sino aumentando, hasta que un día comienza la sequía y el sacerdote convoca a toda la nación, a todos los seres humanos, a la gente blanca y a la gente negra, a todo tipo de ser humano para que todos juntos pudiesen salvarse del gran incendio que se avecinaba. También manda llamar al hombre que durante todos estos años había estado preparando a las dos niñas y les dice que las aliste pues el momento se está acercando y van a tener que ir al encuentro de Wuygnaro.
El sacerdote ordena el viaje de toda la humanidad y comienza a bajar hacia la selva baja, pues ahí les había sido enunciado que se encontrarían con el loro. Mientras bajan van pescando y comiendo los peces de los ríos, y así esperan durante mucho tiempo la venida del loro. Entonces al cabo del tiempo descubren al loro que estaba volando muy alto sobre ellos; volaba en círculos grandes y bajaba muy lentamente, entonces el sacerdote le dice al hombre: “Ya estamos listos; prepara a tu hija mayor –que era la elegida– para ser la madre del árbol de Wanamey, tráela acá.”
Y el hombre va y llama a su hija mayor y le dice que se prepare, pues Wuygnaro ya está cerca. La chica se tumba y abre sus piernas mostrándole su vagina al loro. Mientras tanto Wuygnaro va bajando lentamente dando vueltas en círculos, listo para depositar la fruta. Pero de repente Wuygnaro lanza un grito estremecedor y remonta el vuelo subiendo y subiendo alejándose dando gritos. La chica no era virgen, había tenido relaciones sexuales. La gente comienza a gritar y desesperarse mientras ven cómo Wuygnaro se aleja y la esperanza de salvarse se aleja con él.
Entonces el sacerdote llama al hombre que había preparado a sus hijas y le dice: “¡Qué has hecho? La Humanidad va a morir por tu culpa.” Y el hombre desesperado llama a su hijita menor y le dice:
“Tú serás llamada para ser la madre del árbol”.
“Yo no papá, yo no fui nunca la elegida, yo solamente puedo ser hija tuya”.
“Hija tienes que salvar a la humanidad y solo tú puedes hacerlo.
Otra vez se tumba la menor y el sacerdote comienza a llamar a Wuygnaro que ya estaba lejos. “Aquí Wanamey… Aquí Wanamey…”
Y el loro regresa con su fruta en el pico dando vueltas sobre la menorcita, hasta que finalmente coloca la fruta en la vagina de la hija menor. Entonces al colocar la fruta se levanta humo alrededor; el sacerdote para ayudar al árbol comienza con una palma a moverla hasta que se materializa el árbol y desaparece el humo. Y así fue que los hombres pudieron ver un hermoso ejemplar del árbol más bello que jamás hubiesen visto. El tronco nacía de la vagina de la chica y las raíces eran los brazos y las piernas, mientras que las ramas se extendían en las cuatro direcciones, y así extendiéndose a lo ancho era cómo los hombres vieron el árbol de Wanamey por primera vez, y un rayito de esperanza les encendió el corazón, pues sabían que ese iba a ser su nuevo hogar durante quién sabe cuántos años.
En aquellos remotos tiempos, cuentan que la gente no tenía relaciones sexuales normales, sino que la promiscuidad era increíble, se podía convivir con la mamá, con la hermana, ya con todos sin elegir, sin sentir quién era la pareja, puede ser la propia hermana; y entonces eso era el desorden y lo que pasó fue que la degeneración y el desequilibrio nació dentro de la propia familia, al principio era la competencia leal entre los esposos, y el primer desorden estuvo entre los mismos hombres, que ya no hacían ninguna distinción, entonces para equilibrar, para alinear qué pareja sería buena, sube el hombre a la primera rama del árbol de Wanamey y comienza a elegir qué mujer sería buena como esposa.
“¿A ver si mi hermana es mi pareja?”. Entonces le jala del brazo para ayudarla a subir al árbol y se sale el brazo, quedándose así parado con el brazo en la mano y dice: “No es bueno vivir con mi hermana legítima -y lanza el brazo al lugar donde sale el sol-.
Prueba de nuevo con su mamá y también se le sale el brazo, y entonces así con el brazo en la mano predica: “No, no, es bueno vivir con la mamá de uno -y lo lanza hacia la salida del sol-.
Voy a probar con las chicas que están acá, no son parientes, voy a elegir entre las más bonitas. Dicho esto elige una chica hermosa y le dice: “Ven te voy a ayudar a subir al Wanamey -le jala del brazo y también se sale-. “No es bueno vivir con mujer que no se conoce”.
Elige entonces a su prima, la hija de su tía, pero el brazo, al jalar para ayudarla a subir al árbol se le sale y otra vez lo manda al lugar por donde sale el sol diciendo: “No es bueno vivir con la hija de mi tía legítima”.
Ya el hombre desesperado, pues casi no había con quien probar decide intentar con la hija de su tío. “Ven –le dice- te vas a salvar conmigo aquí en el Wanamey, alcánzame tu mano y te ayudaré a subir”. Por fin y con alivio para todos, al jalar, la chica sube al árbol, esa era la pareja perfecta para casarse. “La hija de mi tío es buena para casarme con ella y formar una familia”.
Y con esa práctica de amor queda decretada una ley que dice que para contraer matrimonio hay que casarse con la hija del tío. A partir de ahí autoriza a que suban todos y toditos suben. Los indígenas de unas etnias en una parte, los de otras en otras ramas y así cada una de las diferentes razas, los blancos en una rama, los negros en otras; en un sitio diferente entre las ramas del árbol de Wanamey estaban representados todos los pueblos del mundo y se extendía así, en las cuatro direcciones. Luego comienzan a subir los animales, pues también tenían su lugar en el árbol. Sube el mono, pero primero había subido el jaguar que se queda en la primera rama, después suben las serpientes y las culebras, y se quedan enroscadas en las raíces. Luego llega el sapito Cefe al que se le había encargado la misión de subir al árbol con miles de bastones, y así todo cargado sube al árbol de Wanamey y se queda en la rama más baja. Su misión era probar a lo largo de los años con los bastones para saber el momento en que se endurecerá la tierra.
Una vez todos listos y acomodados, con sus casas ya hechas sobre las ramas de Wanamey, y con alimentos suficientes para sobrevivir durante miles de años, la tierra empieza a quemarse, un gran incendio sobre la tierra y el armadillo llamadoquirquincho comienza a escarbar bajo los árboles para que cayeran y también se incendiaran. Pero el árbol de Wanamey, como estaba suspendido en el aire, flotando con las raíces en los brazos y las piernas de la chica y la copa saliendo de su vagina, los quirquinchos que pasaban por debajo no encontraban raíces que hoyar y seguían de largo. El fuego venía desde abajo, desde las mismas entrañas de la tierra, salían grandes lenguas de fuego que quemaban y destruían todo lo que encontraban a su paso y enormes volutas de humo que se perdían en la aturas, la tierra quedó convertida en un gran magma líquido hirviente. En el humo se encontraba la purificación y todo aquel que no había llevado una vida digna no lo soportaba y caía a la brea incandescente y se hundía en ella, con esto se restauró el equilibrio. Así estuvieron durante años larguísimos y de pronto aparecieron unos insectos que picaban a todas aquellas personas y animales que en su vida no habían sido buenos; se intoxicaban y morían y se caían al fuego.
Entonces pasaron muchos, muchísimos años y el fuego comenzó a extinguirse, el humo fue desapareciendo y así continuó la vida sobre el Wanamey. Y aparecieron unas bellas flores que cuando explotaban y daban su fruto salían las hermosas aves, los pajarillos de diferentes colores, el picaflor y el tucán de pico grande, todos los animales que se ven ahora son nacidos del árbol de Wanamey.
Cuando se enfrío la tierra el sapito Cefe comenzó a probar con sus bastoncillos, pero todos se hundían, la tierra aún estaba blanda, todavía era una brea líquida y no se podía bajar. Vivieron muchos años y el sapito Cefe seguía probando, pero cada vez le quedaban menos bastones y empezaban a preocuparse. Pasaron muchos, muchos años y cuando tan solo quedaban tres bastones tira uno y se queda plantado sobresaliendo la tercera parte del bastón y la gente se pone muy contenta pues la tierra estaba afirmándose. El sapito Cefe deja pasar los años y suelta el último bastón y se oye un sonido –trang- muy agudo y Cefedice: “Ya se puede bajar a la tierra a vivir equilibradamente, la tierra está dura”. Y a partir de ese momento el sapito comenzó a cantar con el sonido que hizo el último bastón al caer a la tierra ya endurecida, todavía hoy se puede oír al sapito cantar en la espesura de la selva al árbol del Wanamey.
La gente estaba feliz, había llegado el arrepentimiento y el perdón, ya podían bajar a la tierra. Y comenzaron a bajar pero algunos fueron donde la tierra aún estaba un poco blanda y entraron en ella y aparecieron lejos en otros lugares y otros hicieron su etnia al lado del árbol de Wanamey. La gente blanca también bajó y comenzó a construir ciudades y construyeron con fierro sus casas –y esto se sabía antes que los españoles lleguen, nunca habíamos ido, pero se sabía, es una enseñanza de Wanamey- por eso que la gente blanca no puede caminar de uno a otro sitio, no son nómadas, fueron establecidos cuando bajaron del árbol de Wanamey para hacer sus casas, construir su país, en cambio nosotros los indígenas no tenemos país, nuestra tierra discurre por todos los lugares, ríos, cochas y bosques.
Pasando los años la tierra comienza a emboscarse y las etnias reciben el nombre de acuerdo al lugar donde aparecen. Primeramente los que establecieron sus pueblos al lado del árbol de Wanamey, son los Masinagua que es como decir el hijo purificado, como sacerdotes directos que tienen conexión con sus superiores; ellos pueden invocar al sol, a la lluvia, a las estrellas. Los Wachiperi, al pueblo al cual yo pertenezco, recibieron ese nombre porque aparecieron junto a los puentes; en mi idioma Wachiperi significa hombre que vive debajo de los puentes y los Sapiteri es porque habían salido debajo del cerro Sapite, los Toyeri son los de abajo, los Kusaberi son los que aparecieron junto al río Kusama y los Mariheri al lado del río Marija.
Hoy todos somos hijos del árbol de Wanamey. Estamos en la segunda generación de la humanidad. Y pronto habrá otro reequilibrio y el nacimiento de un nuevo Wanamey. Las oropéndolas son los mensajeros de Wanamey.
Versión de Alejandro (Darikiking) Jahuanchi.